Los profesionales de Trabajo Social deben buscar y
garantizar la igualdad de oportunidades, el acceso equitativo a recursos y el
apoyo necesario para satisfacer las necesidades de todas las personas, grupos y
comunidades con las que trabajan.
Este compromiso se fundamenta en los
siguientes principios éticos y deontológicos:
1. Justicia social: Reconocer la importancia de la
justicia social como principio fundamental. Comprometerse a abordar las
desigualdades y las injusticias sociales a las que se enfrentan las personas y
comunidades. Trabajar para la eliminación de barreras y crear condiciones que
permitan a todos alcanzar su máximo potencial.
2. Equidad: Valorar la equidad como un principio
esencial en la práctica profesional. Asegurarse que todas las personas,
independientemente de su origen, género, orientación sexual, capacidad, etnia,
religión o cualquier otra característica, tengan acceso igualitario a los
recursos y oportunidades necesarios para su bienestar y desarrollo.
3. Solidaridad y empatía: Solidarizarse con aquellos
que se encuentran en situaciones de mayor vulnerabilidad o desventaja social, y
actuar con empatía y compasión hacia sus necesidades y circunstancias.
Priorizar el apoyo a aquellos que enfrentan mayores dificultades y trabajar
para fortalecer su capacidad para superar las barreras.
4. Respeto a la autonomía: Respetar la autonomía y la
dignidad de las personas usuarias, reconociendo su capacidad para tomar
decisiones sobre su propia vida y buscar soluciones a sus problemas. Trabajar
en colaboración con ellos, respetando sus preferencias y valores, y apoyándolos
en el proceso de toma de decisiones que afecten a su bienestar.
5. Acción proactiva: Adoptar una postura proactiva en la identificación y
abordaje de las necesidades de las personas en situación de vulnerabilidad.
Anticiparse a las posibles dificultades y trabajar para prevenir problemas
antes de que se conviertan en crisis, brindando un apoyo temprano cuando sea
necesario.
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