El filósofo francés Voltaire era totalmente ateo, no creía
en la religión. Cierto día, paseando por París en compañía de un amigo, se
cruzaron con una procesión que llevaba a un Cristo crucificado. Voltaire, se
quitó el sombrero ante la incredulidad de su amigo, al que respondió: “Y lo
soy. Aunque Cristo y yo nos saludamos, no nos hablamos”.
La buena educación lo primero.
Comentarios
Publicar un comentario